¿Podríamos vivir sin plástico?

A lo largo de la historia de la humanidad ha pasado en muy pocas ocasiones que un material ayude tanto al progreso como lo ha hecho el plástico durante los últimos 70 años. Es cierto que hablar de plástico hoy en día es sinónimo de contaminación y devastación ecológica, pero si lo miramos con cierta perspectiva, podríamos equiparar la aparición de plástico a lo que supuso para la humanidad la adopción de las pieles, la piedra, la madera, los metales y el vidrio. 

El plástico es resistente y ligero. Impermeable al agua y puede ser duro o blando, rígido o flexible, opaco o transparente y moldeable en láminas o en fibras. Y todas estas propiedades lo han convertido en un material básico para la sociedad de consumo. Desde su hallazgo, no hace falta tallar objetos en madera, metal, cuero, fibras u otros materiales. Basta con verter una pasta en un molde y tener cientos de miles de copias del mismo objeto.

Pero no siempre ha sido así.

El plástico convive con nosotros desde hace relativamente poco en comparación con otros materiales que para nosotros son imprescindibles. Antes del plástico había una serie de necesidades que se resolvían de forma poco eficiente, poco salubre, … o poco económica. La aparición del plástico, en todas sus formas y densidades, ayudó a impulsar la sociedad de consumo, consiguió mejorar la conservación de alimentos y redujo mucho los costes de fabricación, distribución y almacenaje de productos y mercancías. Eso explica los casi 400 millones de toneladas de plástico nuevo que generamos cada año. Ahora bien, … 

¿Podríamos vivir sin plástico?

Responder a esta pregunta es complejo y seguro que encontramos diferentes opiniones, todas válidas en ciertos aspectos. Desde nuestro punto de vista, a lo mejor más pragmático, renunciar al plástico hoy sería como intentar recuperar los dos huevos de una tortilla. La sociedad tiene una dependencia demasiado fuerte de este material como para que pudiera desaparecer completamente. A lo mejor la cuestión a abordar no es tanto si vivimos rodeados de plástico (y de caucho, y de cemento, y de metales…) sino qué hacemos con él una vez ya ha cumplido su cometido. La recuperación del material es lo que ahora está encima de la mesa, y es también ahora cuando más conscientes somos de que no hay otra opción que hacerlo. Y hacerlo bien. Porque ya hemos visto que la despreocupación lleva al drama. La falta de esfuerzos hasta ahora para devolver el plástico a la cadena de producción ha hecho que lleguemos a una situación extrema. Pero el plástico, en general, no es ni bueno ni malo. Es lo que queramos nosotros que sea. Como todos los demás materiales, se necesita tiempo aprender de él. Como en el caso hierro, con el que, después de miles de años hemos conseguido grandes cosas.

El plástico es un material demasiado joven como para achacarle todos los males de la humanidad. A lo mejor la connivencia y la ambición humanas deberían estar en el centro del debate. Sea como sea, desde Cyklos creemos que es el momento de comprender el plástico como un elemento recuperable y que puede seguir aportando valor con muchas y diferentes vidas. Creemos en un mundo en el que este material conviva en equilibrio con el medio ambiente. Eso es lo que nos mueve cada día.

Y tu, ¿qué opinas?